Somos el penúltimo país de la región en términos de salarios, y lo seguiremos siendo hasta que no miremos el cuadro completo, es decir, abordemos el tema desde sus aristas relacionadas a la productividad
Por: Selma Polanco
“No gano lo suficiente”, “con estos sueldos de miseria no se puede pensar en vivir”. El clamor popular coincide con la evidencia empírica, pues todos los análisis indican en que el salario mínimo no alcanza para cubrir la canasta familiar de bienes y servicios.
De hecho, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) somos el penúltimo de 14 países de América Latina con menor salario.
Para atacar el problema hemos creado un creciente y preocupante entramado de políticas públicas asistenciales: subsidios, transferencias directas, asistencia social y dádivas, barrilitos, cofrecitos, exenciones impositivas y un largo etcétera.
Se trata de paliativos que de manera alguna corregirán la raíz del problema. Para aumentar la calidad del empleo en República Dominicana y con ello su remuneración debemos comenzar a pensar no solo en crear más oportunidades y asegurar las protecciones sociales necesarias, sino también en aumentar la complejidad de nuestra producción.
El salario es una medida de la productividad del trabajador. Es decir, es el reflejo del valor que tiene para el empleador, e incluso para el dueño del negocio, su aporte a la producción de una entidad. Por tanto, los salarios reales deben aumentar a medida que aumenta esta productividad. ¿Qué es la productividad? Nos referimos a la capacidad que se tiene de producir más con menos, o producir a un menor precio productos y servicios de mayor calidad.
La productividad puede mejorarse, ya sea a través de la inversión en capital fijo, es decir, agregando tecnología, maquinarias, equipos, entre otros, al proceso; o mediante la inversión en capital humano, es decir mejorando las habilidades y conocimientos de los trabajadores. Pero, hay algo más: para aumentar los niveles de salarios, además, se debe pensar en apostar a la producción de bienes y servicios más complejos, con mayor valor para la producción local.
Estas inversiones, en capital, trabajadores o complejidad de los productos y servicios, deben pensarse siempre como soluciones complementarias, no sustitutas, a fin de lograr mayor competitividad.
¿Qué se produce en el país de cara a los mercados internacionales? Según el Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD) en 2019 los principales productos de exportación dominicanos fueron: oro (14.6%), cigarros y puros (7.9%), disyuntores (6.9%), instrumentos médicos (6.6%), artículos de joyería (3.8%), ferroníquel (3.7%), t-shirts y camisetas de algodón (3.3%), instrumentos quirúrgicos (2.9%), cacao en grano (1.8%), calzados (1.6%), entre otros. En general, casi la mitad de nuestros productos de exportación (40.73%) corresponden a bienes de consumo.
Como economía en vía de desarrollo, es importante que miremos la producción de economías desarrolladas y en función de ello pensemos hacia dónde queremos movernos. En economías desarrolladas como Corea, China, Japón, Estados Unidos las exportaciones en bienes de capital (maquinarias y equipos para producir otros bienes y servicios) ascienden al 53.07%, 45.92%, 47.37% y 32% de las exportaciones, respectivamente; para República Dominicana representa 20.27%.
Volvamos al salario, el tema que nos ocupa en estas líneas. Aunque el panorama de inversión futura parezca claro, como país tenemos grandes retos que enfrentar a fin de lograr cambios en nuestra estructura de producción que incrementen el nivel salarial. El principal, mejorar las competencias de los trabajadores, tanto cognitivas, como las específicas y técnicas para el trabajo.
El índice de competitividad global 2019 ubica al país en la novena posición de América Latina y el 86vo puesto del mundo en el indicador de habilidades (59/100). Somos, además, el país con peor puntuación en la prueba PISA (2018), que mide las competencias en matemáticas, ciencias y lectura de los estudiantes, para lo cual tenemos puntuaciones de 342, 325 y 336 de 500, respectivamente.
Hay luces en el camino: debemos de seguir impulsando la producción hacia bienes más complejos como la fabricación de equipos médicos y quirúrgicos que aportan el 27% de las exportaciones en zonas francas, y buscar nuevos productos complejos en los cuales invertir. Pero, es imperativo que para ello mejoremos las competencias no solo generales, si no también específicas y técnicas de nuestros egresados de secundaria, educación superior, y de formación técnico profesional.
Pensar en el salario como el reflejo del valor de nuestros trabajadores, y no como una variable establecida, es la única forma de aumentar la complejidad de nuestra estructura de producción y generar mayor competitividad. Simplemente es la única forma de llegar a un salario máximo.