Por: SELMA POLANCO
La pobreza no es solo el efecto de males sociales, también es un reproductor de sí misma. Ataquemos las causas raíces que la reproducen, creando políticas públicas sostenibles diseñadas e implementadas en alianza con todos los actores de la sociedad.
Seguro usted también se ha hecho la pregunta: ¿Por qué, a pesar del continuo crecimiento económico, la sociedad dominicana percibe el mismo estado de pobreza? La tasa de pobreza general en el país en los últimos 20 años se ha reducido solo en 7.4 puntos porcentuales, pasando de 30.8% en 2000 a 23.4% en 2020 (ONE,2020). Mientras que, en ese mismo período, aún considerando el frenazo que nos trajo la pandemia, la economía ha crecido en promedio un 5% anual.
Por otro lado, aún existen grandes brechas entre los grupos socioeconómicos: el salario promedio semanal del decil de ingreso más alto (RD$12,422) es 14 veces el salario promedio del percentil de ingreso más bajo (RD$915) (BCRD, 2020).
En economía existe el concepto conocido como “trampa de pobreza” o “círculo de pobreza”, que se refiere a la permanencia de los hogares en esta condición, por factores o causas que se derivan del mismo estado de pobreza.
Por ejemplo, una persona pobre, que asista a un centro de estudios de bajos recursos (o simplemente no asista), probablemente no tendrá acceso a una educación de calidad tanto en aspectos técnicos como conductuales, a relaciones primarias de interés, ni a orientación pertinente para sus tomas de decisiones. Esto se traducirá en que tendrá acceso a empleos menos remunerados, así como a la tendencia, si es mujer, de sumar las estadísticas de embarazo juvenil, y a conseguir menos oportunidades en general. El resultado final se traduce en que su estado de pobreza se verá prolongado, no solo para sí mismo, como víctima de la trampa, sino que se extenderá a sus descendientes.
Es por eso que, para reducir los niveles de pobreza en la República Dominicana, es necesario abordar los factores que la reproducen, y pensar en las intervenciones que pueden ayudar a romper el círculo vicioso.
Según el informe “Desigualdades en logros de aprendizaje en República Dominicana” (IDEICE, 2021) en promedio los estudiantes de quintiles socioeconómicos más bajos obtienen puntajes menores que los quintiles más altos en las pruebas diagnósticas realizadas por el MINERD. Estos estudiantes, por ejemplo, suelen quedar varados en niveles “elementales” respecto a sus conocimientos en matemáticas.
Los bajos niveles de educación no son los únicos reproductores de pobreza. La falta de bancarización y acceso a mercados de capitales, a alimentación y servicios de salud de calidad, pueden contribuir a mantener dicho estado. Sin embargo, pienso que el factor educativo es lo que más influye en este círculo vicioso.
Según datos del Banco Central de la República Dominicana, las personas ocupadas en el país en la escala salarial más baja (lo que los economistas llamamos decil 1 de ingreso), se caracterizan por: tener niveles de educación que no sobrepasan la secundaria (80%), y dedicarse a las actividades de enseñanza (30%), servicios de electricidad y agua (27%), industrias (12%) y agropecuaria (10%). Mientras que los trabajadores dominicanos en la escala salarial más alta (decil 10 de ingreso), se caracterizan por: tener niveles de educación de secundaria hacia arriba (86%), y dedicarse principalmente a actividades de intermediación financiera (24%) y salud y asistencia social (16%). Los peores salarios los tienen quienes trabajan en zonas rurales, en zonas francas, y en negocios informales.
¿Qué pasaría si estos dominicanos en la escala salarial más baja contaran con las habilidades necesarias y oportunidades requeridas para insertarse en actividades que generen más ingresos? ¿Qué pasaría, además, si aumentamos la productividad en los sectores y áreas que actualmente están siendo menos remuneradas? Probablemente los círculos de pobreza se romperían.
Para superar la trampa debemos pensar menos en programas asistenciales que resuelven necesidades inmediatas de los más necesitados, y más en asegurar que tengan las herramientas y facilitarles las oportunidades que permitan acceder a empleos y emprendimientos mejor remunerados. Nadie se atreve a dudar que la educación y formación trazan el camino para esto.
Iniciativas de acceso al primer empleo, programas de pasantías, programas de orientación laboral, campañas de información sobre los retornos de la educación, alianzas entre el sector productivo, sector educativo, y las comunidades, e indudablemente el aumento de la calidad y pertinencia de la oferta educativa, desde sus niveles más iniciales a los más altos, deben ser ejes de acción con miras a evitar más pobreza en la República Dominicana.
Y, lo más importante: este proyecto país es responsabilidad no solo del gobierno, sino de todos.