Las competencias de un egresado de bachillerato en modalidad técnica o de artes les permiten insertarse de manera inmediata en el mercado laboral y continuar su sendero a la educación superior. Alivianemos la carga de estos estudiantes para obtener un título universitario no repitiendo contenidos que ya conocen.
Por Catherine Piña
La empleabilidad, como casi todo en la vida, es una ecuación en constante cambio. Durante mucho tiempo, y hasta hace unos 40 años, a la mayoría de la población le bastaba con un título de bachiller para garantizarse un empleo. Las políticas públicas de los años setenta estaban orientadas, entonces, a impulsar que más personas completaran la secundaria, con lo cual prácticamente se les aseguraba su autonomía financiera.
Hoy día, un egresado de secundaria sabe muy poco de lo que se requiere en la mayoría de los puestos de trabajo; sus conocimientos, destrezas y habilidades le sirven para asumir, en el mejor de los casos, funciones que agregan poco valor a los productos o servicios que puede ayudar a producir o proveer. Y sus ingresos van acorde con su valor agregado: proporcionalmente bajos e insuficientes para cubrir sus necesidades básicas.
Pero hay una excepción a esta regla:_los 25,000 jóvenes que cada año reciben un título de bachiller en las modalidades técnicas y de artes. Ellos invierten el 60% del tiempo (aproximadamente 3,000 horas) en una formación que les permite insertarse inmediatamente en el mercado laboral. De este tiempo, al menos 320 horas de aprendizaje transcurren en una empresa o centro de trabajo.
Los jóvenes que optan por estudiar un bachillerato en las modalidades técnicas y de artes tienen para elegir entre más de 60 títulos dirigidos a prácticamente todos los sectores económicos. El país cuenta hoy con títulos relacionados a procesos ambientales, audiovisuales, espectáculos, deporte, salud, mecatrónica, logística, minería, artes escénicas, música, danza, teatro, artes visuales y artesanía, entre otros.
Un total de 53 de estos títulos (los de la modalidad técnica) cuentan con nuevos currículos y programas. Apenas el año pasado, se graduaron los primeros técnicos de estos nuevos programas.
Curiosa y afortunadamente, estos jóvenes que tienen mayores oportunidades en el mercado laboral que el resto de los de su misma cohorte, no se conforman con una educación que los coloque en ese primer empleo, sino que transitan en mayor proporción hacia la educación superior que el resto de los aproximadamente 80,000 que consiguen el título de bachiller en la modalidad académica.
Sin embargo, este tránsito hacia educación superior tiene oportunidades de ser aún más aprovechado. Nos falta crear senderos que permitan que, al pasar a niveles de educación superior, podamos reconocerle a estos jóvenes las competencias que adelantaron en la escuela y acortarles así el camino hacia un título superior.
Hace unos meses, está en las manos del Congreso el proyecto de ley de cualificaciones que, entre muchos otros beneficios, crea los mecanismos básicos para que entre un nivel educativo y otro o entre un sistema educativo y otro, no pongamos a las personas a repetir contenidos que ya dominan. Se trata de que se reconozcan las competencias desarrolladas por cualquier vía y se les permita a las personas continuar por un camino de aprendizaje sin tener que dar reversas innecesarias.
Esta herramienta legal representa una excelente oportunidad de impulsar una política pública a favor de la educación y el empleo. Con ella, serían reconocidos los esfuerzos de los estudiantes que al ingresar a la educación superior ya tiene conquistas que deberían representarles ventajas. Nos conviene a todos porque nos hace más eficientes como sociedad.