POR: Selma Polanco
La segmentación de las ocupaciones por sexo como consecuencia de legados históricos y culturales limitan la diversificación de las mujeres en el mercado laboral, lo cual termina influyendo en sus niveles de salarios y desarrollo profesional.
El 50% de las mujeres ocupadas en República Dominicana, equivalentes al 44% de empleados, se encuentran en el renglón económico de otros servicios, o “sector de cuidado” que incluye enseñanza, salud y asistencia social, actividades domésticas, artísticas, recreativas, cuidado personal, entre otras ocupaciones que, además, se encuentran entre las de menores niveles de salario y prestigio social.
En comparación con los hombres, es casi nula la presencia de las mujeres en actividades como agricultura y ganadería (7%) y construcción (2%), y muy baja su participación en actividades como minería (15%) y transporte y comunicaciones (30%). Estos sectores suman alrededor del 40% del PIB dominicano.
Esta realidad ha permeado al sistema educativo superior dominicano: la matriculación de las mujeres en áreas como tecnologías de la información y comunicación (16%), ingeniería, industria y construcción (27%) y agricultura, silvicultura, pesca y veterinaria (30%) contrasta con una alta participación en áreas de salud y bienestar (81%), artes y humanidades (80%) y educación (73%).
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos el 72% de las ocupaciones en TIC, ciencia e ingeniería están ocupadas por hombres. Para nadie es un misterio que el sector de las TIC es hoy uno de los más pujantes y con una importancia que crece exponencialmente, por lo que la demanda de personal cualificado en estas áreas es una oportunidad que no debería solo ser aprovechada por los hombres. Igual que otros sectores, como los antes mencionados, dígase agropecuaria, minería, construcción, que también pudieran ser aprovechados por las mujeres. Sin embargo, aunque económicamente luce factible, ¿Por qué pareciera que existen ocupaciones de hombres y mujeres?
Se ha observado que las preferencias por ciertas ocupaciones están influenciadas por estereotipos de género: se asocia el ser ganadero, agricultor, chofer, mecánico, minero, entre otras, con profesiones de hombres; mientras que ser estilista, trabajadora doméstica, secretaria, enfermera, entre otras, como ocupaciones de mujeres. Los estigmas culturales y el miedo al ser juzgado ponen frenos a las personas para dedicarse a profesiones que son culturalmente entendidas para el género opuesto.
Muchos atribuyen esta separación a características físicas: como las mujeres son más “delicadas”, “frágiles”, se interesan por trabajos que demandan menos esfuerzo.Pero, aunque esto podría tener sentido en algunos casos , no explica lo que pasa con aquellas ocupaciones donde esta fuerza física no es un diferenciador, dígase ingenierías, tecnología, etc.
Lo cierto es que las diferencias en capacidad cognitiva e incluso física nos las hemos puesto cultural e históricamente nosotras: legados patriarcales y machistas con los cuales tenemos siglos luchando.
Promover la diversificación de las ocupaciones a las que se dedican mujeres y hombres es beneficioso, no solo para reducir brechas de género, sino también para avanzar como sociedad y generar mayor crecimiento económico. Mckinsey estima que cerrar las brechas de participación laboral entre hombres y mujeres equivaldría a una ganancia de 26% en el PIB mundial (CAF, 2018).
Políticas públicas enfocadas a disminuir los estereotipos culturales y promover la diversificación ocupacional y educacional pueden convertirse en motores de crecimiento económico y desarrollo social para la República Dominicana.