Las prácticas de aprendizaje en lugares de trabajo constituyen un camino para los jóvenes que inician sus pasos en el mercado laboral. Por esto, mientras más claras sean las normas y procesos para que se puedan llevar a cabo, mejores oportunidades se generarían para el futuro laboral de esto
Por: Selma Polanco
Antes de iniciarse formalmente en un empleo, es común que muchas personas realicen al menos una práctica de aprendizaje en empresas y organizaciones. En Europa, por ejemplo, el 46% de los ocupados de 18-35 han participado en una experiencia de este tipo.
En muchos casos a estas prácticas de aprendizaje se les conoce como “pasantías”, pero hay distintas modalidades, con distintos grados de duración y alcance. Por un lado, están los llamados contratos de aprendizajes (Apprenticeship) programas formativos de máximo 2 años que se desarrollan parcialmente en un puesto de trabajo y generalmente conllevan un pago.
También se encuentran las pasantías no relacionadas a un programa educativo (traineeships), que generalmente duran menos de un año; en tercer lugar, las pasantías relacionas a un programa educativo (interships), que son cortas, generalmente no remuneradas y, por tanto, menos estructuradas que los contratos de aprendizajes. Generalmente, las dos últimas se utilizan indistintamente.
Estas prácticas se iniciaron, y por ende son más comunes, en los países de alto ingreso tales como Alemania, Estados Unidos, Italia y el Reino Unido, pero cada vez son más frecuentes en los países de menor nivel de ingreso. De ahí la importancia de que las leyes sean los suficientemente claras, ya que, de lo contrario, estas formas de aprendizaje podrían ir en detrimento del pasante o aprendiz o incluso de la empresa que lo acoge.
En nuestro país las pasantías son relativamente comunes. Sin embargo, hasta el momento solo contamos con la normativa que regula los contratos de aprendizaje, que se aplica especialmente para los programas de formación dual del Infotep. Recientemente, el Ministerio de Trabajo lanzó a validación la resolución que regulará las diferentes prácticas formativas existentes, especialmente aquellas que están relacionadas a programas educativos, tales como: el Módulo de Formación en Centros de Trabajo, las pasantías de las secundarias técnicas y de artes, y las pasantías profesionales de la educación superior, en sus niveles técnico, grado y postgrado.
Se trata de una iniciativa importante que eliminaría la incertidumbre regulatoria a que pudiera impedir que empresas de todo el país abran sus puertas a los más de 80,000 estudiantes que cada año necesitan colocarse en prácticas en lugares de trabajo para completar su programa educativo. Adicionalmente, habría oportunidades de cerrar las principales brechas que existen para contratar nuevos candidatos.
Según los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Detección de Habilidades y Cualificaciones en el Empleo ENDACE (2020), de 8 dificultades identificadas por empresarios para cubrir vacantes, se destacaron 2 por sobre las demás: insuficientes candidatos con las habilidades técnicas requeridas y falta de experiencia laboral.
Está suficientemente documentado como estas prácticas profesionalizantes impactan positivamente en el futuro laboral de los jóvenes: Péter Róbert and Ellu Saar (2012) muestran que la experiencia laboral relacionada con el estudio reduce la duración de la búsqueda de empleo y mejora las perspectivas laborales. Por otro lado, Tzanakou, Cattani, Luchinskaya and Pedrini (2020) demuestran que las pasantías tanto en el Reino Unido como en Italia tuvieron un efecto positivo en el empleo después de la graduación, y en el Reino Unido también tienen un efecto positivo en los salarios.
A estas consideraciones se suman los beneficios menos cuantificables, como las habilidades generadas por la experiencia de trabajo de las personas, así como las decisiones que toman en su carrera con mayor información sobre sus implicaciones.
Sin embargo, hay aspectos que requieren atención, porque de lo contrario no se generaría un escenario ganar-ganar para todas las empresas y estudiantes, y podrían afectar principalmente a los últimos. Entre estos se encuentran:
1- Asegurar que los jóvenes que están en las prácticas realmente practiquen y realicen las actividades necesarias para desarrollar habilidades que les permita una mayor empleabilidad.
2- Velar porque las pasantías no sean utilizadas como medio de contratación de mano de obra barata o gratuita.
3- Evitar que los jóvenes con menos oportunidades se vean impedidos de acceder a las pasantías no pagas por razones económicas.
4- Fortalecer mecanismos a través de los cuales los estudiantes que participan en estas prácticas puedan ser protegidos de cualquier eventualidad negativa durante su experiencia.
5- Incorporar a los nuevos esquemas de trabajo remoto y virtual actividades que permitan a los jóvenes acceder a las pasantías, y más importante, desarrollar las competencias necesarias para incorporarse más fácilmente en estas nuevas modalidades de trabajo.
Las prácticas profesionalizantes tipo pasantías son buenas para todos, siempre y cuando sean ejecutadas de la manera correcta.
La sociedad, el gobierno, y las empresas deben ser parte del buen desarrollo y ejecución de las experiencias laborales. De esta forma permitiríamos que miles de jóvenes aseguren el puente que los conecta entre la educación y su primera experiencia laboral de una manera menos traumática, con beneficios a futuro para ellos. De igual modo, las empresas se beneficiarían a corto plazo al verse reducida la curva de aprendizaje.
Seamos parte una mejor sociedad a través de la promoción y apoyo de iniciativas que incentiven el desarrollo de estas experiencias de aprendizaje.
Fuente: El Dinero