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El valor económico de la industria cultural y creativa

Por: SELMA POLANCO

El apoyo a la economía naranja, además de traducirse en ventaja directa, puede servir para aumentar nuestra ventaja comparativa en sectores estratégicos para nuestro país, principalmente el turismo

Generalmente, en primera instancia solemos visualizar la industria cultural y creativa como fuente de disfrute, entretenimiento y ocio. Pero este sector también conlleva un valor económico del cual no todos estamos conscientes. Es por esto que, mientras más atinados sean los esfuerzos para enaltecer la llamada economía naranja y mostrar su valor más allá de lo inmaterial, más aprovechado será el arte, no solo para el crecimiento económico, sino, para el desarrollo y la inclusión social.

Para aquellas personas no muy familiarizadas con el término, pudiéramos decir que la industria cultural y creativa es aquella que engloba los “sectores que tienen como objeto principal la creatividad, la producción o reproducción, la promoción, la difusión y la comercialización de bienes, servicios y actividades de contenido cultural, artístico o patrimonial” (UNESCO, 2010).

Entre las actividades principales que la componen se encuentran: arquitectura, artesanía, diseño, medios, moda, música, servicios creativos, softwares y plataformas digitales, radio, tv, artes visuales, prensa y revistas, publicidad, baile, fotografía, cine y turismo cultural. La industria cultural y creativa es importante, no solo por su valor intrínseco, sino porque es fuente de ingreso para la economía de manera directa y es un eslabón en la cadena productiva de otras áreas y actividades económicas. Veamos algunos indicadores mundiales, regionales y de nuestro país:

a) La economía naranja contribuyó en un 3% al PIB mundial en 2013 y en un 2.2% en América Latina y el Caribe en el 2015 (Ernst & Young, 2015; Benavente y Grazzi, 2017). Los estimados en la República Dominicana sitúan el aporte en 1.5 % del PIB en 2016 (Observatorio Mipymes, 2020).

b) En los países de alto ingreso de la OCDE el empleo cultural oscila entre el 3% y el 8% del total de ocupados. En nuestro país es menos de un 3%. Países como Finlandia, Islandia y Suiza son los que tienen un mayor porcentaje de empleados en el sector y un mayor aporte al PIB per cápita (Banco Mundial, 2020).

c) Aún nos falta mucho como región para competir con mercados internacionales. La industria está dominada por Asia, la región que más aporta tanto a nivel de ingresos como de empleos, con 33% y 47%, respectivamente. La región de América Latina y el Caribe genera el 6% de los ingresos totales producidos por la industria naranja, y el 7% del empleo total (OEI, 2016).

d) En nuestro país había unas 2,042 empresas e instituciones del sector cultural, alrededor de un 0.8% de total de empresas en el 2014. Pero una gran parte de los oferentes de estos servicios se encuentran en el sector informal, lo cual repercute negativamente en la dinamización y fortalecimiento del sector.

e) Al analizar la oferta educativa regulada por el MESCyT, MINERD e Infotep, se encuentra que solo el 2.9%, 2.3% y 2.6% de los matriculados en educación superior, bachillerato y salidas de formación técnica estudian carreras ligadas al entretenimiento, respectivamente. Otro gran número de estudiantes están inscritos en instituciones privadas de formación o del Ministerio de Cultura, no reconocidas por las instituciones reguladoras.

¿Qué impacto podría tener en nuestra industria cultural y creativa que el Estado, las empresas y cada uno de nosotros reconociera el arte como un potencial impulsor de la economía y no como un mero proveedor de entretenimiento? En mi opinión, el impacto podría ser enorme, sobre todo en un contexto en el que buscamos generar mayores oportunidades, mayor crecimiento económico y mejor sostenibilidad según nuestra agenda nacional de desarrollo 2030.

Suena contradictorio el poco apoyo, en primer lugar, porque la industria conduce a ocupaciones menos automatizables, por tanto, genera oportunidades de empleos sostenibles. En segundo lugar, porque la materia prima de la industria son recursos intelectuales locales como la creatividad, las habilidades y el arte y no recursos naturales como el petróleo y el gas que, además de que son agotables, y por tanto fluctuantes, tienen un impacto ambiental significativo. En tercer lugar, la industria puede servir para aumentar nuestra ventaja comparativa en otras actividades; para nuestro país, principalmente el turismo.

Sin bien en los últimos años ha habido esfuerzos evidentes por fortalecer la economía naranja, como las iniciativas Arte 2030, Innóvate, FONECA, Cuenta Satélite de Cultura (CSC-RD), entre otras, aun quedan muchos esfuerzos por hacer para aumentar la cantidad y el valor agregado de los recursos artísticos que ofrecemos; pero, sobre todo, para aumentar las oportunidades de inserción de los jóvenes en la industria.

Si queremos expandir las oportunidades, los esfuerzos deberían estar encaminados en cinco intervenciones principales: fortalecer el capital humano, proporcionar acceso a la financiación, ampliar el acceso al mercado, construir agrupaciones y clústeres, y aprovechar la tecnología digital. En particular, la tecnología digital ha demostrado ser esencial en apoyo a las actividades culturales y creativas (Banco Mundial, 2020).

Por último, para permitir que la industria siga creciendo y que como país se puedan seguir implementando estrategias para fortalecerlo, es necesario, además: 1- Asegurar en nuestros sistemas continuos de recolección de datos las informaciones pertinentes de esta industria para cuantificar su impacto y alcance. 2- Pensar en el arte como un bien económico e incorporar estrategias que permitan capitalizarlo. 3- Aumentar los esfuerzos para generar una industria más formal y sólida con el capital humano requerido para sostenerse.

El arte es un bien con valor material, no solo intrínseco. Aprendamos a aprovecharlo y enaltecerlo.