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No tapemos las cicatrices, evitemos las heridas

Selma Polanco, Santo Domingo, 2 de febrero, 2021

Uno de los grandes mitos relacionados con el desempleo juvenil es que generalmente se asocia a un fenómeno pasajero: los jóvenes que están desempleados hoy, mañana, cuando dejen de ser jóvenes, ya no lo estarán. Sin embargo, la realidad no es esta, los efectos del desempleo juvenil son transversales y duraderos. Por eso se les llama “efectos cicatrices”. 

Los expertos señalan, entre otras “cicatrices”: las repercusiones negativas sobre el salario y la probabilidad de obtener empleo en el futuro; el impacto en la autoestima y confianza de los jóvenes, que implica una barrera para adquirir destrezas; el impacto en el bienestar y la salud, incluidos efectos psicológicos; el aumento o prevalencia de la pobreza debido a la mayor dependencia económica de los padres; la migración de capital humano y el aumento de la delincuencia.

En 2019, en República Dominicana los jóvenes desempleados de 15 a 29 años que buscaban trabajo fueron más de 190,500; la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala que la cifra de jóvenes de 15 a 24 años que ni estudian ni trabajan, para esa misma fecha, ascendía a más de 475,000. 

Prestar atención a esta población no solo es necesario para atacar los niveles de pobreza del país hoy, sino que es indispensable para el desarrollo y aumento del bienestar de la sociedad dominicana a futuro. 

Los abordajes suelen moverse en tres ámbitos: 

– Las llamadas Políticas Activas del Mercado Laboral. Son muy populares, porque intentan solventar necesidades relativamente inmediatas, generalmente en grupos vulnerables, a fin de aumentar sus oportunidades de empleabilidad. 

La OCDE cita, entre estas: la asistencia en la búsqueda de empleo; la formación continua; los subsidios y exenciones como incentivo al empleo de pasantes y aprendices en el sector privado y la prioridad en la contratación en el sector público.

Sus efectos, aunque no tienden a influir directamente en la creación de empleos, permiten disminuir brechas de desigualdad. En el país entre las iniciativas más destacas en este ámbito están los programas: Juventud y Empleo (2003), Mi Primer progreso (2008), Estrategia Nacional de Fomento al Primer Empleo (2018) y Oportunidad 14-24 (2020). 

– Educación y formación. Las causas del desempleo son diversas y también lo son las recetas para su solución. Por ejemplo, igual que la generalidad de los países del mundo, el nuestro está sufriendo un desempleo “cíclico” a consecuencia de los efectos del COVID-19. 

El FMI estima para la República Dominicana una caída del PIB de un 6% en 2020. Si extrapolamos este dato a la tasa de desempleo, vemos que la diferencia entre el segundo trimestre de 2019 y el 2020 es de 6.1 puntos porcentuales, lo que equivale a decir que se perdieron más 400,000 empleos. 

Por otro lado, está el desempleo “estructural” que se produce por la falta de mano de obra calificada conforme a los requerimientos del sector empleador.

En el momento actual, la educación y la formación de calidad, enfocada y específica, ya sea a nivel técnico, de grado o postgrado, se convierte en un eje fundamental para reducir los niveles de desempleo estructural, especialmente en los jóvenes, que al menos en nuestro país representan una gran parte de la población en edad de trabajar (alrededor de un 35%). 

– Reformas y ajustes normativos. Las soluciones no se pueden limitar a programas temporales, también se deben realizar los ajustes normativos que aseguren contar con reglas de juego claras. Reglas que permitan a las empresas y organizaciones que se sumen a la solución, sentirse seguras respecto al límite de responsabilidades y obligaciones que implica abrir sus puertas y recibir a los jóvenes aprendices. 

Desde 2016, en el país se han propuesto diversas leyes de primer empleo que hasta la fecha no han sido aprobadas. Pese a las oportunidades de mejora que pueden tener estos anteproyectos, es evidente que hacen falta normativas claras para que el empresariado dominicano pueda recibir aprendices, ya sea a través de leyes nuevas o tras ajustes al Código de Trabajo dominicano. Países de la región como Brasil, Colombia, Paraguay, Perú y Uruguay tienen implementadas normativas explícitas que pueden servir de ejemplo para la República Dominicana. 

El desempleo, y específicamente el desempleo juvenil no tienen una única solución. Necesitamos integrar de todas las intervenciones, guiándonos siempre por el objetivo común: el bienestar de la sociedad y los jóvenes dominicanos. Conocer a fondo nuestro caso es imprescindible para saber cuáles medidas o grupo de medidas priorizar. ¡Empecemos!

Artículo creado para el periódico: elDinero